| 02 Septiembre, 2018.- Karl Marx, el referente principal de las diferentes corrientes comunistas mundiales, condenó los fundamentos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución francesa de 1789 porque “ninguno de los así llamados derechos del hombre”, se quejó, “va, por tanto, más allá del hombre egoísta”.
La Declaracion francesa es el antecedente histórico directo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 que hoy rige en todo el mundo, la cual inspiró después la Convención Europea de Derechos Humanos de 1950, cuyos principios han sido incluidos en las constituciones de la mayor parte de los 28 países que conforman la Unión Europea.
La opinión de Marx sobre tal Declaración quedó así recogida en su ensayo “Sobre la cuestión judía”, publicado en 1843, 5 años antes del “Manifiesto Comunista”, según recoge la estadounidense Lynn Hunt, doctora en Historia, en su libro “La invención de los derechos humanos”.
Desde el punto de vista de Karl Marx, la supuesta libertad sólo consideraba al hombre como ser aislado y no como parte de una clase o comunidad. El derecho a la propiedad sólo garantizaba el derecho a luchar por los intereses propios sin tener en cuenta a los demás.
Los derechos del hombre, asimismo, garantizaban la libertad de culto, cuando lo que los hombres necesitaban, pensaba Marx, era liberarse de la religión; confirmaban el derecho a tener propiedades, cuando lo necesario era liberarse de la propiedad; incluían el derecho a dedicarse a los negocios, cuando lo necesario era liberarse de los negocios.
De acuerdo con Hunt, “A Marx le desagrada en particular el énfasis político que se hacía en los derechos del hombre. Los derechos políticos, pensaba, eran una cuestión de medios y no de fines. El ‘hombre político’ era el ‘hombre abstraído, artificial y no ‘auténtico’. El hombre únicamente podía recuperar su autenticidad reconociendo que la emancipación humana no podía alcanzarse por medio de la política sino que requería una revolución centrada en las relaciones sociales y en la abolición de la propiedad privada”.
Gran influencia en el comunismo y en el socialismo
Estos puntos de vista, y sus posteriores variaciones, influyeron -explica la doctora Hunt-durante generaciones en los movimientos socialista y comunista.
Los bolcheviques, que se hicieron con el poder tras la revolución soviética de 1917, proclamaron un año después una “Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado”, en el que no incluyeron ni un solo derecho político o jurídico.
El propósito de tal declaración era “la abolición de toda explotación del hombre por el hombre, la completa supresión de la división de la sociedad en clases, el aplastamiento implacable de la resistencia de los explotadores y el establecimiento de una organización socialista de la sociedad”.
El “padre” de la revolución rusa, Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin, citó repetidas veces a Marx, enfatizando su posición en contra de los derechos individuales.
“‘El concepto de un ‘derecho igual’ es una infracción de la igualdad y una injusticia’, ya que se basa en un ‘derecho burgués’. Los supuestos derechos iguales protegen la propiedad privada y, por tanto, perpetúan la explotación de los trabajadores”, relata la doctora Hunt.
Iósif Stalin, el sucesor de Lenin, promulgó en 1936 una nueva constitución que afirmaba garantizar la libertad de expresión, de prensa y de culto, “pero su gobierno no titubeó en despachar a centenares de miles de enemigos de clase, disidentes e incluso otros miembros del partido a campos de prisioneros o a una ejecución inmediata”, añade la autora.
Por otra parte, Marx y su amigo, y coautor Friedrich Engels, abordaron también el tema de la sexualidad. Su visión era “clásica”: veían cualquier forma de sexualidad fuera del matrimonio heterosexual monógamo como una forma de degeneración, fomentada por el capitalismo, que podía ser curada con el socialismo.
De acuerdo con Engels, los “principios morales naturales” florecerían en el futuro socialista, cuando “la monogamia [heterosexual] finalmente se convierta en realidad —también para el hombre—, en lugar de la decadencia“ y los homosexuales simplemente desaparecerían.
Estas opiniones tuvieron también su traducción jurídica en gran parte de los regímenes comunistas que después se instauraron en el mundo, donde se promulgaron leyes de represión de la homosexualidad.